En contra de lo que sostiene el imaginario colectivo, la práctica del fútbol no está reñida con la tercera edad. El deporte rey también puede ser inclusivo. Esta es la idea que se esconde detrás del denominado walking football, la nueva modalidad deportiva que está generando multitud de aficionados entre las personas mayores de sesenta años. Su nombre lo dice todo, y es que se trata de una disciplina cuyas reglas permiten jugar al fútbol de una manera más pausada -y sin riesgo alguno para la salud- a aquellos deportistas de edad avanzada que ya cuentan con una movilidad reducida.
Su origen se remonta al verano de 2011, cuando el equipo inglés Chesterfield F.C. creó un proyecto deportivo orientado a ocupar el tiempo libre de los mayores de cincuenta. Aunque se concibió como una iniciativa complementaria a otros deportes, lo cierto es que fue ganando tanta popularidad que acabó teniendo una entidad propia. Esto despertó el interés de los diferentes medios de comunicación, y fue precisamente un célebre anuncio televisivo de la entidad bancaria Barclays el que en 2014 recurriera al walking football como gancho publicitario. Tres años más tarde aparecía un documental monográfico sobre este deporte en la cadena Sky Sport Football que sirvió para darlo a conocer en todo el mundo.
Para jugar a esta singular variante hay que cumplir fundamentalmente con un par de normas: la primera es que está prohibido correr, mientras que la segunda es que tampoco se puede mantener el contacto físico con el resto de los participantes. Desde esta casilla de salida, el walking football está diseñado para disfrutar del encanto del fútbol tradicional sin caer en el fastidio de las lesiones y facilitando al mismo tiempo la actividad cardiovascular de una manera controlada.
Además de poder practicarse en exteriores e interiores, en césped o en parqué, otra de las características de este deporte es que integra un reglamento de juego muy similar al del fútbol sala. En esencia, son dos los equipos compuestos por cinco jugadores cada uno los que se enfrentan sobre la pista. Ahora bien, está claro que su particularidad más notoria es la relativa a la velocidad con la que se juega, y es que mantener un ritmo de carrera que vaya más allá del trote está penalizado con un tiro libre en contra.
Bajo este mínimo nivel de exigencia es posible, como así lo demuestran los hechos, conservar intactos el disfrute y la competición propios del fútbol tradicional, haciéndolo además sin esfuerzos musculares y articularios que puedan resultar comprometedores. Se trata de una disciplina cuyo perfil de usuario es tan numeroso que se ha terminado desencadenando la creación de miles de clubes en multitud de países. Con éxito de esta magnitud, no es extraño que en 2018 surgiera la FIWFA, la institución de carácter internacional que está detrás del control y la coordinación de los partidos entre selecciones. De hecho, su última iniciativa es la celebración del campeonato mundial de walking football que se celebrará el próximo año en Manchester. Actualmente hay confirmada más de una treintena de naciones para esta cita mundialista, que ya tiene su espacio propio en las apuestas online, donde los primeros pronósticos dan como favorito al combinado inglés.
Más allá del estímulo psicológico y del entretenimiento que pueda incluir una actividad como esta en personas mayores, también cabe reseñar el repertorio de beneficios para la salud que lleva aparejado. Así lo confirma un estudio realizado por la Universidad de Aston, situada en Reino Unido, que concluye que el walking football es capaz de mejorar la presión arterial, la capacidad pulmonar y la suficiencia cardiovascular de quien lo practica regularmente.
El investigador Peter Reddy ha sido el artífice de llevar a cabo el trabajo, contando para ello con una muestra de cincuenta personas de ambos sexos que han sido observadas y analizadas mientras jugaban. Reddy se ha encargado de medir a lo largo de tres meses todo tipo de variables en estos jugadores, a fin de concretar cómo ha ido evolucionando su estado de salud. Entre otros, se han tenido en cuenta aspectos como la circulación de la sangre, las pulsaciones, el nivel de grasa, la glucemia o la densidad ósea. A través de un muestreo intenso en este campo se ha llegado a la conclusión de que esta modalidad futbolística funciona especialmente bien para ganar fondo físico, aumentar los niveles de serotonina y suavizar los problemas de hipertensión.
Esta combinación de atractivas consecuencias es lo que hace del walking football un deporte que ayuda a frenar el sedentarismo y sus patologías derivadas, como pueden ser la obesidad, la diabetes o la depresión. La investigación demuestra que un estilo de vida activo puede reducir en más del veinte por ciento las posibilidades de padecer una enfermedad crónica.