Serias, erguidas y vestidas con largos trajes de noche –a pesar del calor del mediodía cubano–, Lisset y Liusba suben en silencio los diez escalones del Registro Civil, con los puños cerrados y temblorosos.
Menos de unos metros más adelante caminan sus dos hijas pequeñas.
Casi una hora más tarde, cuando salieron por la puerta, la tensión en sus rostros fue reemplazada por sonrisas. A partir de ese momento, fueron esposas.
Se convirtió en una posibilidad solo tres semanas antes en la isla, cuando entró en vigencia el nuevo Código de Familia de Cuba, que abre todo, desde el matrimonio igualitario hasta las madres sustitutas.
La pareja, que lleva siete años junta, está entre los primeros en tomar la decisión de casarse legalmente en Cuba siguiendo el código.
“Es un gran día”, dijo Liusba Grajales, gerente de la central Universidad de Las Villas, a solo 250 kilómetros de la capital. «El amor es amor, tal como es. Sin imposición, sin prejuicios… No sé si reír o llorar. Es una mezcla de tantas emociones fuertes».
A unos metros, Lisset Díaz, bailarina de 34 años, compartió su alegría. «Me siento orgulloso», agregó. «Estoy impresionado.»
El código fue aprobado tras una fuerte campaña del gobierno cubano y el apoyo de la mayor defensora de los derechos de los homosexuales en la isla, Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro.
Convirtió a Cuba en el noveno país de América Latina -después de Chile, Costa Rica, Ecuador y Colombia- en legalizar el matrimonio homosexual en los últimos años.
Las elecciones cubanas, en las que no se permite ningún otro partido que no sea el comunista, producen habitualmente márgenes de victoria de más del 90%, al igual que un referéndum sobre una importante reforma constitucional en 2019.
A pesar de ello, un tercio del país, el 33,15%, votó «no». El texto enfrentó una importante campaña en su contra por parte de grupos evangélicos que rechazan el matrimonio homosexual.
En tanto, el 66,85 % de los cubanos que se fueron votó por el “sí”. Casi el 6% dejó votos en blanco o nulos.
El código también fue rechazado por algunos grupos antigubernamentales, que pidieron el «no» como una forma de rechazar a las autoridades cubanas en medio del creciente descontento con el gobierno de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
También se opusieron algunos miembros de la comunidad LGBTQ, quienes dijeron que se abstendrían de votar sobre algo que sentían que era un derecho humano en primer lugar.
“Muchas personas en la comunidad estaban en contra de votar ‘sí’ porque no creen que necesitan un papel para decir que lo tienen en papel (para ser reconocidos como pareja). Yo creo que sí necesitamos el derecho, que nos proteja”. , dijo Liusba.
Aunque dijo que cree que la isla todavía está «a una década» de convertirse en una sociedad «mejor y más inclusiva».
El antiguo Código de Familia, que data de 1975, establecía que el matrimonio era entre un hombre y una mujer, no entre dos personas, lo que excluía a los compañeros de vida de cosas como heredar las pertenencias del otro cuando uno moría.
Juntos viven con sus dos hijas, Laura, de 11 años, y Ainhoa, de tres. Estas últimas nacieron por inseminación en casa porque en su momento no tenían acceso a tratamientos de fertilidad asistida por no tener parejas masculinas.
La nueva ley va más allá del matrimonio igualitario -que los activistas intentaron sin éxito incluir en la Constitución en 2019- o la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten o usen sustitutos.
La ley regula, por primera vez, el derecho de los abuelos a visitar a sus nietos y la comunicación con los padrastros en situaciones de divorcio, e incluso la custodia de los menores en estos últimos cuando sea necesario para el bienestar de los hijos.
También permite regímenes de separación de bienes para las parejas casadas, autoriza a los padres a elegir el orden de los apellidos de sus hijos, extiende la protección a los discapacitados y ancianos, entre otros derechos.
Las mujeres consideraban el matrimonio una forma de proteger también a sus hijos en caso de que les sucediera algo.
Ainhoa, también vestida con su mejor vestido para la ocasión, no entendió muy bien la ceremonia de boda de su madre, pero entró presentándola a Laura. «Ella es mi hermana», repitió.
«Estoy feliz por lo que significa el matrimonio», agregó Laura con circunspección a Associated Press, secándose las lágrimas junto a sus madres.
Pero vino de la fuerte oposición de las iglesias evangélicas, quienes afirmaron que la ley iba en contra de la «familia tradicional» establecida por Dios, que afirman es la unión de un hombre y una mujer para procrear. En algunas áreas rurales, el código pareció recibir menos apoyo.
Mientras la capital del país, La Habana, obtuvo el 70% de aprobación y Villa Clara -donde viven Liusba y Lisset- el 66%, en el sureste de Holguín obtuvo el 53%.
La reacción “indica que tenemos que seguir trabajando en estas áreas y profundizar y encaminar el trabajo educativo”, dijo Francisco “Paquito” Rodríguez, bloguero y uno de los primeros activistas en Cuba por los derechos de la comunidad LGBTQ.
Aunque todavía consideraba el nuevo código una victoria.
Las autoridades cubanas no han revelado cuántas parejas del mismo sexo se casaron en esas tres semanas, aunque Rodríguez cree que podría haber al menos una docena según la información que obtuvo de las redes sociales.
“En 2007 conmemoramos por primera vez el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia en Cuba. Fueron 15 años de lucha para que fuera ley”, dijo Rodríguez. «Parece mucho tiempo en la vida de un individuo, pero es un logro a lo largo de nuestra historia».